Coldplaygate: el marido de la mujer de la kisscam estaba en el mismo concierto… con otra
El escándalo viral toma un nuevo giro: separación previa, nueva pareja y silencio mediático
Lo que parecía una simple anécdota de concierto se ha convertido en uno de los virales más comentados del año. El episodio de la kisscam durante el show de Coldplay en Estados Unidos, que captó a Kristin Cabot junto a un hombre que no era su marido, ha dado un giro inesperado. Según revela el diario The Times, el esposo de Kristin también estaba en el mismo concierto… acompañado por otra mujer, que ahora se ha confirmado como su nueva pareja.
La historia, que muchos han bautizado como Coldplaygate, ha generado una ola de especulaciones, memes y debates sobre privacidad, relaciones y exposición pública. Pero detrás del escándalo hay una realidad más compleja: Kristin y Andrew Cabot ya estaban separados semanas antes del concierto, según fuentes cercanas citadas por The Times. La ruptura fue amistosa y pactada, aunque el proceso de divorcio se formalizó justo después del incidente.
Kristin asistió al concierto en un palco privado, mientras Andrew lo hizo desde otra zona del recinto. La aparición de ella en la kisscam desató una tormenta en redes sociales, con miles de comentarios, juicios públicos y hasta amenazas. Desde entonces, Kristin ha abandonado su empleo y se ha refugiado en su casa de New Hampshire, intentando proteger a sus hijos del foco mediático.
La fuente citada por The Times asegura que Andrew no ha hecho declaraciones públicas porque “las personas en medio de un divorcio no pueden hablar libremente”. El silencio, lejos de calmar las aguas, ha alimentado aún más la curiosidad del público.
Este caso ha puesto sobre la mesa el impacto emocional y social que puede tener un momento viral, especialmente cuando involucra la vida privada de personas ajenas al mundo del espectáculo. “Esto le podría haber pasado a cualquiera, ella simplemente tuvo muy, muy mala suerte”, concluye la fuente.
Coldplaygate no solo es una historia de amor y ruptura, sino también una reflexión sobre los límites de la exposición digital, el juicio público y el precio de la viralidad.
