Coldplay rematan su estancia en Barcelona con un cuarto concierto triunfal
No fue diferente el cuarto concierto de Coldplay a los tres anteriores, a lo sumo leves variaciones de orden del repertorio, imperturbable en lo esencial
Si en las pantallas
se les ve antes de iniciarse el concierto dirigiéndose al escenario recorriendo
las tripas del montaje es que no son estrellas que ingresan en el mismo en olor
de multitudes, humos y canciones euforizantes: son trabajadores. Y son
trabajadores que en el recorrido saludan a otros, estos sí “machacas”, que les
devuelven animosos el saludo. Caras de concentrados en todos menos en Chris
Martin, que sonríe abiertamente. Ya en escena, con todos situados, es cuando se
inicia la fiesta y esos cuatro trabajadores se convierten en estrellas, cuando
suena la música, no antes. Gente normal, parecen decir.
Gente normal con
preocupaciones, en su caso ambientales, como atestigua el vídeo que cada noche
proyectan en un anticlímax bien recibido por la audiencia. Instantes después
Higher Power, Adventures In The Lifetime y Paradise, con las pulseras
tachonando el estadio de luz, los confetis y la explosión de luces del
escenario se encargan de descorchar la euforia. No fue diferente el cuarto
concierto de Coldplay a los tres anteriores, a lo sumo leves variaciones de
orden del repertorio, imperturbable en lo esencial. No cambió el espíritu de
las alocuciones de Chris y tampoco cambió la apoteosis de la multitud. Coldplay
es un concepto mucho más sólido que sus propias canciones.
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