The Cure en Sao Paulo: el triunfo infinito del grupo menos cool del mundo


La banda de Robert Smith cierra el Primavera Sound de la megalópolis brasileña, que también acogió brillantes shows de Beck, Carly Rae Jepsen y Róisín Murphy

Si hay un artista en el mundo al que se la bufen las tendencias, las moderneces y, en general, cumplir con las exigencias de lo que mola, ese es Robert Smith.

Si los grupos se forman, se separan y se vuelven a reunir como si fueran miembros de la saga Kardashian, él sigue en activo al frente de The Cure desde 1978.

Si se llevan los conciertos de una horita clavada -y, venga , todos para casa-, él exige por contrato que le dejen tocar un mínimo dos horas y media.

Si arrasan los ritmos latinos, el pop chicloso y el neo-shoegaze, él se aferra al rock cortavenas como si le fuera la vida en ello.

Si los artistas de ahora reinventan su estética con cada media hora, él luce el mismo cardado XXXL desde mediados de los 70, aunque ahora tienda a cartonear peligrosamente.

Y si los supergrupos se han convertido en conglomerados marketinianos con docenas de especialistas en cada faceta del negocio, él gestiona personalmente hasta los asuntos más nimios de su grupo, con emails escritos al 100% en mayúsculas en los que decide hasta el color de las toallas del camerino (negras, imaginamos).

Tiene mucho mérito ser tan poco cool y, sin embargo, ahí le tienen, subido al escenario principal del Primavera Sound de Sao Paulo como estrella indiscutible de la segunda jornada del festival de la megalópolis carioca.

"El mundo podría sobrevivir sin nuevas canciones de The Cure, pero si te llamas Robert y te apellidas Smith, puedes hacer lo que te dé la gana"

No hay que ser un lince para detectar que ni el 1% de los presentes había nacido en 1979, cuando The Cure publicaron Boys dont cry, su canción más emblemática. Pero, a juzgar por la histérica reacción de los 50.000 espectadores que asistieron al concierto, saltarse las reglas parece el camino más eficaz para alcanzar un éxito perdurable que escapa a la mayoría.

El grupo de Crawley (Reino Unido) cerró una jornada con un cartel tan ecléctico como repleto de pequeñas joyas para los 50.000 asistentes que volvieron a llenar el recinto, incrustado en el circuito de F1 de Indianápolis.

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