Elvis Costello y el mágico arrebato de la canción desnuda y desafinada


El cantante británico, algo justo de voz, firma en el Palau de la Música y junto al pianista Steve Nieve un emocionante y sorprendente repaso a más de cuatro décadas de carrera

Sombrero negro ladeado, gafas ahumadas y micrófono como de otra época, de cuando la radio dominaba la tierra y su voz entraba como un rayo deslumbrante, todo electricidad estática y mala uva de punk-rocker redicho, a través de las ondas. La sonrisa de pícaro cosida al rostro y esa garganta que un día fue ancla pero que, vaya, ahora falla, derrapa y, casi como por arte de ensalmo, remonta. Y vuelve a fallar. Y, sí, vuelve a remontar.

A punto está Accidents Will Happen de descarrilar, se masca la tragedia en Shot With His Own Gun, pero entonces agarra la guitarra para atacar Waiting For The End of The World y, milagro, el mundo no se acaba. Al contrario; crece y se multiplica en manos de un Elvis Costello que ha venido a cantar, sí, pero también a contar. A desnudar canciones, doblarle el brazo a viejas conocidas y a recordarnos que arte viene de artesanía. A resumir junto a su compinche Steve Nieve, hombre para todo al piano, la melódica y el sintetizador, cinco décadas de carrera sin abusar de la carta del atraco emocional. Porque una cosa es la nostalgia y otra la memoria.

El británico sobrevivió como buenamente pudo en Granada, donde la tormenta dio al traste con su estrenó en la Alhambra; compartió secretos y confidencias en el Teatro Lope de Vega de Madrid mientras Björk hipnotizaba a casi todos los cronistas musicales de la ciudad; y anoche, antes de despedirse y poner rumbo a Suecia, Dinamarca o dónde quiera que actúe mañana, le tocó hacer cima en el Palau de la Música de Barcelona.

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